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Islandia, bajo el volcán 04.2010

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Jesús Calleja ya está en la tierra del fuego y el hielo, Islandia, para llevar a cabo su último reto.

> LA HISTORIA DE MI RESCATE

“Hola amigos', ¡por fin os puedo escribir! Hasta ahora nuestra amiga y jefa de prensa de la productora ha servido de puente entre vosotros y yo, así que Arancha un millón de gracias por trasmitir fielmente lo que hablamos mediante el teléfono satélite…!
Empezare diciendo que esto ha sido un Desafío Extremo de verdad.
Os pongo en antecedentes: queríamos hacer una travesía invernal en Islandia muy cerca del Círculo Polar Ártico, uniendo los tres volcanes más explosivos y peligrosos de Islandia, arrastrando unos trineos de unos 35 kg por persona.
La ruta escogida no se hace casi nunca -por no decir nunca- . Ramón Larramendi diseñó esta preciosa ruta, en la que es importantísimo saber navegar bien, es decir, orientarse perfectamente en un mapa, utilizar la brújula y manejar fluidamente el GPS, y aun así es muy complicado, pues hay infinidad de valles (algunos muy iguales), es difícil identificar los accidentes geográficos, y aún más localizar las montañas, que son nuestra referencia, estando todos cubiertos de nieve. Por si esto fuera poco, el terreno es farragoso; hielo, nieve en polvo, nieve “papa”, y sobre todo, largas extensiones de lava, cortante, afilada como cuchillos, donde se hace muy difícil avanzar.
A todo esto hay que sumarle que, en Islandia, gran parte de casi todos los días hace un tiempo de perros. Casi siempre cubierto, nevando, granizando, lluvia helada, viento, muchísimo viento y frío.
Como dice Ramón, “aquí, una actividad como la que vamos a hacer, requiere de toda la capacidad de sufrimiento posible”. Nos dijo a Emilio Valdés y a mí: “¡preparaos para cualquier cosa, y saber improvisar porque nos pasará de todo!”
Como si de un adivino se tratase, así comenzó la expedición:
Un súper- Jeep, que es una especie de coche modificado con unas ruedas gigantescas a la vez que suspensiones, donde hace falta una pequeña escalera para subir, nos adentra en un paraje sacado de una especie de Apocalipsis. Para llegar al punto donde nos dejará hay que cruzar ríos, fango, y sobre todo largas e interminables mesetas de lava, semi-cubiertas de nieve. Sólo se puede llegar en esta especie de máquinas infernales, dando tumbos porque se adentran en lugares increíbles. Llegamos al punto donde ya no se puede avanzar más; descargamos todo el equipo y con esas pesadas mochilas de 35 kg, comenzamos la travesía.
El vehículo se marcha y quedamos solos, completamente solos a decenas de kilómetros de cualquier lugar. A partir de este punto tenemos que ser autónomos.
Alcanzamos por la tarde la base del volcán Hekla, nuestro primer objetivo (os recuerdo que queremos unir los tres volcanes más peligrosos y activos de Islandia en esta travesía…). Montamos la tienda de campaña. Dejamos el equipo, y ascendemos a este volcán. Por delante, 1.100 metros de desnivel, con un frío terrible, viento sin parar, al límite de lo soportable.
Importantísimo marcar la ruta en el GPS para poder regresar al campamento si se desata la tormenta, que aquí se producen en sólo cinco minutos. Sin GPS no se puede salir más allá de 100 metros. Por fin coronamos una de sus cimas, donde nos sorprende que, estando todo el volcán cubierto de un espeso manto de nieve y hielo, la cima esta deshaciéndose.
La masa nivosa colapsándose y aflorando las rocas del cráter cimero. Toco las rocas y ¡sorpresa¡ están calientes. No cabe duda de que algo se cuece debajo…
La estadística de este volcán dice que cada 10 años, como un reloj, explota, y éste es el año que le toca.
 ¡¡uf ¡¡, qué mal rollo nos da esto.
Sólo unos datos: el 10% de toda la lava de Islandia es de este volcán.
- Sus erupciones casi no se pueden predecir.
- De una máxima graduación de 8, según una escala en la que 8 cambiaría la faz de la Tierra, este volcán Hekla lo puede y lo ha hecho en grado 5.
- La nube que lanzó en el año 1947 alcanzó los 27 km de altura.
- En enero de este año 2010 han detectado los científicos que la presión de la caldera está en niveles que preceden a una fuerte erupción.
En fin, que sólo de pensar en estos datos dan ganas de largarse de allí corriendo, pero, fieles a nuestro programa, alcanzamos la cima y regresamos salvos a nuestro campo base solitario en las faldas del mismo.
Al día siguiente, continuamos ruta hacia el siguiente objetito: alcanzar los dos volcanes restantes, uno junto al otro, ambos escondidos debajo de cientos, miles de toneladas de nieve y hielo, pues los cráteres están debajo de esta masa nivosa del glaciar.
Intentamos encontrar el rumbo, pero es casi imposible orientarse en mitad de estas violentísimas tormentas. De hecho nos perdemos en nuestro segundo día, y tenemos que instalar el campamento en un lugar que no tenemos localizado. Hemos decidido marcar en nuestro GPS las coordenadas que calculamos en el mapa. Lo hacemos al estilo casero, pero no fallará. No existe otra manera de orientarse, pues estamos inmersos en una tormenta constantemente, y no hay casi visibilidad.
Las jornadas son durísimas: 10 horas caminando, arrastrando el trineo de 35kg, o porteando todo el conjunto a la espalda, según el terreno, y siempre con vientos de entre 50 y 90 km/h. Llegamos a los campamentos extenuados y empapados de arriba a abajo y muertos de frío. La comida no es gran cosa, hay que ahorrar peso. Es un triste liofilizado, y con eso a la cama. Bueno, quiero decir, al saco de dormir, encima de una colchoneta de un centímetro, húmeda, donde el frío te cala hasta los huesos.
Pero seguimos avanzamos entre glaciares, montañas, volcanes, nieve, hielo, aislamiento, frío y mucho viento.
Un día nos dijeron que la brecha desde donde emanaba lava cercana al volcán Eyjafjallajorull, había dejado de hacerlo, es decir, se apagó. Nos llevamos una desilusión pues el objetivo final era llegar hasta allí y poner nuestro campamento lo más cerca posible para filmar los ríos de lava. Pero se había apagado, y sólo  nos quedaba conseguir el objetivo de unir los tres volcanes más explosivos de Islandia. Sin darle más vueltas, proseguimos nuestra expedición, inmersos en vientos huracanados y sin apenas visibilidad, navegando con brújula, mapa y GPS. Aunque parezca mentira, conseguimos encontrar el paso en este laberinto de posibilidades, y avanzamos a buen ritmo a pesar de que parecía que todo estaba en contra nuestra. Por fin, el 14 de abril llegamos extenuados a un collado completamente nevado, donde decidimos poner el campamento. Han sido 20 kilómetros porteando muchos kilos en condiciones muy duras… nos merecíamos un descanso.
Discutimos dónde poner la tienda de campaña; yo propongo un lugar y Emilio otro, dice que es mejor del otro lado del collado. Le hacemos caso porque es verdad ahí sopla menos el viento.
Estamos instalándola cuando, de repente, despeja por primera vez en toda la travesía y, en el cielo, aparecen las nubes más extrañas que he visto en mi vida: una especie de coliflores gigantescas de 11.000 metros de altura de color oscuro, ¡completamente amenazadoras!. Ramón se queda petrificado y nos dice que ni de lejos esto es normal, que algo gordo está pasando. Son nubes muy densas que corren a gran velocidad sentido norte – sur, y están a tan solo 3 kilómetros de nosotros. Hacemos un cálculo rápido y somos conscientes que si el viento cambia 30 grados seremos succionados por esas mortíferas nubes, el volcán esta a tan solo 18 kilómetros de nuestra posición. Ahora sí que estamos preocupados, nerviosos y tensos. Sin duda, la situación empieza a ser dramática. Estamos solos, a mucha distancia de que nos puedan ayudar por tierra, y por el aire parece difícil por la fuerte tormenta que nos está sacudiendo…  ¿Qué hacemos? nos lo preguntamos una y otra vez, sin encontrar respuesta, se nos antoja casi imposible un rescate por aire en estas condiciones climáticas y, sobre todo, a esta hora: las ocho de la tarde, ya anocheciendo…
No lo pensamos más, hay que llamar por el teléfono satélite, pedir información y luego proceder.
Ramón habla con su mujer en la capital de Islandia y nos pone al día: ¡¡el volcán ha estallado por su cráter principal, debajo del glaciar, con miles de toneladas de hielo y  nieve encima!! Lo está derritiendo todo y ha provocado fuertes inundaciones y una columna continua de cenizas, piedras, polvo y gases de unos 11 kilómetros de altura. Nos dice que el país está en alerta máxima, y nosotros en mitad del “sarao”, sin enterarnos y sin que nadie sepa dónde estamos, que es sin duda, el peor lugar en el que se puede estar en estos momentos…
Rápidamente hacemos otra llamada de auxilio y se pone un operativo de emergencia en marcha para sacarnos de allí. Se dan cuenta de lo delicada de nuestra situación, y envían un helicóptero a nuestro rescate. Es casi de noche y estamos siendo golpeados por una fuerte tormenta de nieve y viento y nos da la sensación de que  no podrá llegar aquí el helicóptero que además tendrá que sortear las mortíferas cenizas del volcán. Pero ¡sorpresa¡ consigue llegar hasta las coordenadas que les damos, y hacemos marcas con las mochilas en la nieve y encendemos las linternas frontales para que nos vean.
El helicóptero tiene que hacer unas peligrosas maniobras, pero consigue aterrizar en mitad del glaciar. Son las 21.15 h cuando lo hace.
El despegue es complicado y el aparato se mueve como una coctelera, pero el piloto sabe que, o nos sacan hoy, o no será posible en los próximos días por la fuerza de la borrasca… y es casi seguro que no sobreviviríamos en la posición en la que nos encontramos si el viento cambia y se mantiene la virulencia del volcán… Fue una suerte contar con la pericia de este piloto que se “mojó” de lo lindo para sacarnos.
Desde el helicóptero vemos claramente las brutales columnas de humo y cenizas que ponen los pelos de punta. Tenemos la sensación de que la Tierra se está destruyendo, es devastador y a la vez, cautivador. Es la fuerza bruta de la naturaleza en su máxima expresión, y estamos ahí, en el meollo del asunto… ¡como espectadores de excepción!
Ahora estamos a salvo, en una base de helicópteros, haciendo entrevistas, pues somos los únicos montañeros en la zona rescatados por la cara sur, por la zona de los grandes glaciares donde se presupone que no hay nadie. ¡Incluso nuestro caso ha salido en la CNN americana! En fin, que hemos sido noticia por este rescate al límite. Ahora estamos pensando en cómo gestionar el estar metidos en el medio de esta erupción tan violenta, ya que no hay corresponsales, pues casi nadie se puede acercar hasta aquí. Las carreteras están cortadas, destruidas y los pueblos evacuados, las granjas y campos anegados por los lodos que ha producido la fundición de parte del glaciar en pocas horas, y las alertas se suceden por todos lados. Con este panorama, nos pensamos quedar una semana más para filmar todo lo que está sucediendo en torno a este fenómeno que hacía mucho tiempo que no se producía y del que somos testigos excepcionales en primera línea. Queremos llegar de nuevo al volcán por la cara norte, a salvo de los gases y cenizas para filmar qué ocurre. También llegar a la zona de las inundaciones por el derretimiento del glaciar, e intentar alcanzar, en la medida de lo posible, el cráter, por la parte más segura. Además contamos con el alquiler de un helicóptero para mañana poder acercarnos al máximo a la erupción.
En fin, vamos a contaros al detalle todo lo que está ocurriendo y lo haremos con todo lujo de detalles, y ya sabéis que “nos mojamos de verdad”! Además, están cortados todos los vuelos y aquí nos quedaremos hasta que podamos salir, pero haremos lo imposible mi cámara y amigo Emilio Valdés, Ramón Larramendi y yo, por filmar lo extremo de este acontecimiento.
Amigos, os seguiremos informando desde aquí, a pocos kilómetros de este gigante volcánico que ha despertado y del que, si hay suerte, llegaremos a estar a sólo metros de distancia de su cráter desde el helicóptero, si conseguimos volar en estas dramáticas condiciones…

Jesús Calleja desde el volcán impronunciable Eyjafallajokull

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