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Dolpo 10.2009

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Dolpo es una región inhóspita, la más grande de Nepal, pero también la más despoblada, a penas viven 5000 personas. Esta muy mal comunicada, no hay carreteras, ni apenas escuelas u hospitales.

> LA CARAVANA, LOS COLLADOS Y POR FIN EL REINO DEL MUSTANG

En esta expedición las sorpresas son diarias, y a veces más que sorpresas…

Amaneció, un día frío y ventoso, casi tónica habitual, y la primera en la frente: los yaks no han venido como habíamos convenido.

Chiring con rabia contenida se dirigió al pueblo a dos horas de nuestro campamento, serian las cinco de la madrugada, a las 10.30 regresa al campamento, con los yaks y el dueño de los yaks.

Nos sentimos aliviados, pero solo por poco tiempo, pues el dueño de los yaks, con quien habíamos acordado una cantidad de dinero para que nos alquilara ocho de los dieciocho yaks que viajaran por los altos pasos de montaña hasta las tierras bajas del Mustang, nos dice que no puede venir, ni el, ni su hermano, que son los expertos yakeros, a cambio son sustituidos por dos chicos jóvenes, uno dolpa, y otro nepali.

Les miramos el aspecto y no nos dan ninguna confianza, son muy jóvenes, y sin equipación suficiente para afrontar una serie de collados, algunos extremadamente altos, con mucha nieve y hielo. Es la última caravana del año que sale del alto Dolpo, por esta complicadísima y peligrosa ruta, y lo tenemos que hacer con estos dos “chavalucos”.

Los dueños de los yaks, dicen que “es lo que hay”, se despiden, y allí estamos los que estamos, mas 18 yaks, que viajaran en esta dura ruta, la ultima de la temporada, para ser sacrificados después y vendidos como carne para pasar el largo invierno algunos habitantes del sur del Reino del Mustang.

Preparamos todos los paquetes que dividimos según los pesos, y ya pronto nos damos cuenta que resultara una caravana de la que nunca nos olvidaremos.

Estos yaks, son salvajes, nunca han cargado nada a sus lomos, y les venden , porque son los mas peligrosos de los rebaños. Se les declara “imposibles”, pues casi nunca obedecen y además son peligrosos porque cornean y atacan, por eso se les venden, y estos 18 yaks, ¡ son nuestros yaks ¡. Son toros de 600 y 700 kilos, que hay que cargar y descara durante más de una semana, y realizar una ruta en esta época, casi imposible…

Tardamos lo que no esta escrito en cargarles, y doy gracias a dios que estan Phuntchok, Chiring y Kami, porque si tuviéramos que depender de estos dos muchachos yakeros, no hubiéramos partido nunca.

Nos ponemos en marcha y algo va mal, cada yak hace lo que le da la gana, se vuelven locos, tiran las cargas, las volvemos a poner de nuevo con mucha precaución en los lomos, y de nuevo al suelo, hasta que hay una desbandada general y todos tiran las cargas. Uno de ellos hecha a correr de tal modo que se pierde para siempre en algún remoto valle. Este yak nunca más lo veremos ni nosotros ni su dueño. Primera baja…

Chiring, dice que cuando un Yak, baila, el resto le acompaña en el baile, es decir que cuando uno se vuelve loco y tira la carga, el resto hace lo mismo.

Menos mal que la carga la recuperamos y de nuevo a base de paciencia se las colocamos en sus lomos. De nuevo en march…
¡ Tres horas para medio kilometro ¡. El día será muy largo.

La jornada transcurre con desbandadas generalizadas, des orden absoluto, los yaks metiéndonos sustos cada poco, nadie sabe ya que hacer, son unos “jodidos” salvajes y no hay quien pueda con ellos, pero avanzamos.

En un momento dado la desbandada es tan brutal que nos tenemos que poner a la defensiva para que no nos ataquen, y seis de los yaks, los que no llevan carga empiezan a correr despavoridos. Desaparecen hacia otro lejano valle. Seis yaks que nunca jamás veremos, y ya son siete que hemos perdido en un solo día.
Los yakeros jóvenes no se inmutan, están como absortos por lo que esta pasando y uno de ellos esta demasiado bebido para darse cuenta del alcance de los acontecimientos.

No damos crédito de lo que nos esta pasando. Ya solo nos quedan trece yaks para poder salir del alto Dolpo. Nos esperan muchas penalidades aun…

Se nos echa la noche encima a 4.900 metros, en la base del collado, y allí pasamos la noche.
Antes atamos a los yaks a pesadas piedras para que no se escapen en la noche, a petición de Phuntchok, cuyas ideas siempre son valiosísimas.

Es la noche más fría de toda la expedición, y ocurre algo que nos deja mas helados aun…

Aparece en nuestro campamento dos jóvenes mujeres, tres hombres de apenas 18 años y un niño de un año, sin casi ropa, mas bien harapos, sin calcetines, en zapatillas alguno, otros en sandalias, sin equipaje alguno, y el niño con la mirada perdida, a punto de morir de frío y hambre. Nos piden ayuda, pero no de palabra, solo nos miran desesperados, y en sus caras se ve el rostro de la muerte y desesperación absoluta…

Han venido hace tres meses desde Katmandú, en busca de unas semilla diminuta, que dicen que tiene virtudes afrodisíacas milagrosas, y que es muy cotizada en el mercado chino. UN kilo vale ¡ 1.200.000 ¡ rupias, y han venido en busca de esta planta, como antiguamente hacían los buscadores de oro, que seguían quimeras y morían por el camino. Estos chicos igual, les han engañado, y en las aldeas no les dejan coger ni una sola semilla, es muy escasa, y valiosa para compartirla con gente de afuera. Los pueblos del alto Dolpo se unen para buscarla ellos y venderla, y no dejan que nadie se atreva a quitársela, es lo mas valioso que ofrece aquí la tierra, y es un verdadero tesoro.

Por lo que estos jóvenes nepalíes, son expulsados de las aldeas, han gastado el poco dinero que tenían, en comprar comida, y ahora bajan como animas en pena, de regreso a Katmandú caminando sin nada, solo con sus harapos, por collados de hasta 5.600 metros de altura cargados de nieve, hielo y temperaturas que descienden hasta los -25º bajo cero. Su aspecto es el de la muerte.

Les ayudamos a fabricar un tendejón con nuestras lonas y un para vientos de piedras, les hacemos cena, y leche para el niño, les damos dinero, fuego, una hoguera, bebidas, ropa, en fin hacemos todo lo posible por ellos..

Pasan la noche mas o menos digna, y por la mañana, ni se despiden, no hablan, no hacen ruido, se van, simplemente se van, sin nada, solo caminan con la vista perdida en el horizonte, casi sin rumbo.
Nosotros tardamos dos horas más en ponernos en marcha, hasta cargar los salvajes yaks, y les alcanzamos en plena subida al collado de 5.150 metros.

Tampoco saludan, ni hablan, ni piden nada, solo se arrastran por la nieve. El día es frío, ventoso, y con sus ropas no pueden llegar muy lejos, el niño llora casi sin fuerza. Le ponemos guantes, le atamos bien a la espalda de su padre para que no se le caiga, tienen absoluta dejadez. Le ponemos al niño dos mantas que tenemos por encima. Ahora al menos el niño parece entrar en calor, y consigue dormirse. Pero dios mío es un niño de apenas un año a 5.150 metros de altura.

Les ayudamos al máximo, pero no tienen energía, les recomendamos que se den la vuelta, pero para que? responden, nadie nos quiere, no tenemos dinero, y el invierno estará aquí en pocos días y moriremos, así que intentaremos salir del alto Dolpo aunque sea un suicidio.

Les acompañamos, ayudamos, hasta que nosotros nos dirigimos hacia otro collado aun mas alto…
Nos damos cuenta que hay muchísima nieve, mas de la que imaginábamos, hace un frío y viento intenso, y descender por la ruta normal de bajada del collado, es peligrosísimo según nos dicen los yakeros y serpas. Es una bajada muy encañonada donde se desprenden mortíferas avalanchas de nieve y rocas constantemente. Hace dos años murieron 13 personas en estos pasos. Lo vemos claramente, hay que remontar mas arriba lo más arriba posible para librarnos de las avalanchas. La ruta es durísima ahora, serán cinco collados en total: dos de 5.150 metros, otros dos de 5.250 metros, y uno brutal de 5.600 metros.
Además caminaremos un total de 33 kilómetros, y siempre por encima de los 5.000 metros, abriendo huella en la profunda nieve.

A los nepalíes les parece imposible esta ruta, quieren descender por la expuesta ruta, les intentamos convencer, les gritamos, les tachamos de locos, les prometemos toda la ayuda hasta conseguir pasar todos, pero no escuchan, solo caminan con sus harapos hacia otro rumbo diferente al nuestro. Los serpas se cabrean para que entren en razón. Pero no hay nada que hacer solo caminan, agachan la cabeza y deciden ir hacia la ruta expuesta.
Nada ya se puede hacer, mirar hacia la garganta a la que se dirigen mete miedo, hay decenas de avalanchas por todas partes, y será muy difícil que sobre vivan, solos, sin casi nada, por esa temeraria ruta.
Nos quedamos sentados en la nieve, helados de frió y helada el alma de ver como unos jóvenes nepalíes, y un bebe, se dirigen casi, casi, hacia la muerte. Los serpas murmuran por lo bajo: “buena reencarnación”, lo tienen claro no pueden sobre vivir en esas condiciones y por esa ruta maldita.

Abatidos seguimos nuestro rumbo, opuesto al de ellos, nosotros seguimos hacia arriba, con los yaks, también a mi me parece imposible que consigamos atravesar los cuatro collados que nos faltan con estas bestias, que tendrán literalmente que escalar laderas de 60º de nieve y hielo. Miro una vez mas atrás y filmo a los nepalíes, caminan en línea recta, no hablan, saben que nada bueno les espera, pero han decidido ese destino. Aquí solo sobre viven los mas duros, los mas adaptados, no hay lugar para el error, y ellos están muy lejos de poseer estas cualidades, son de ciudad, son de Katmandú, y todos pensamos que allí quedaran para siempre, el Himalaya será su tumba…

Continuamos nuestra penosa andadura por nieve profunda, las rampas son increíbles, los yaks, muy despacio abren una trinchera en la nieve, aunque se hunden hasta la barriga. En ocasiones tenemos el alma en vilo porque resbalan y en el último momento consiguen sujetarse. Un error y se precipitarían miles de metros al vació absoluto. Nosotros extremamos las precauciones para no resbalar. Son rampas para usar crampones y piolet, y todos vamos sin ellos, solo nos centramos en dirigir los salvajes yaks.

Es de una belleza absoluta ver a los yaks ascender por laderas repletas de nieve y hielo, casi milagrosamente. Estamos ascendiendo una autentica y demoledora montaña de 5.600 metros, casi la altura del Kilimanjaro, y son los animales los que abren huella, los que cargan todas nuestras cosas, dependemos de ellos absolutamente para nuestra supervivencia. Los chicos yakeros, son los que menos trabajan, estas helados de frío, beben todos los días, no tienen fuerzas y uno de ellos, su calzado son unas sandalias con los calcetines rotos. En los descensos pierde las sandalias y camina sobre la nieve con calcetines agujereados. Le ofrecemos las botas de escalada, no las quiere dice que son muy rígidas, prefiere ir en calcetines a 5.600 metros, con un día friísimo. ¡ NO entendemos nada ¡.

Que día tan extraño: nepalíes que aparecen de la nada y van a un suicidio premeditado, un yakero que camina en calcetines rotos, el otro yakero con las manos en los bolsos, ¡ cinco collados gigantescos que nos estaban en los planes de hoy ni en los mapas ¡.

No puedo describir en palabras lo que ha significado para mi acompañar a una caravana de yaks cruzando estos collados, es como retroceder cientos de años en el antiguo Tíbet.
Simplemente es mágico, estar aquí ayudando a los yakeros, a Phuntchok, a Chiring a dirigir a los yaks montaña arriba, abriendo una gigantesca huella.

Contemplar el Himalaya con su grandeza, los paisajes nevados, los grandes espacios, montañas verticales por todas partes, es simplemente bello, es una vivencia única, vital, me endurece, y me alivia de los problemas que uno acumula en la a veces absurda vida que llevamos en occidente.

Ahora solo me preocupa avanzar, dar el siguiente paso, y gritar una vez mas: “Chuuuuuuu yak, ah, ah, ah, tssssssssssuuuuu” ¡, que significa: “dale yak, sube bonito..”
Y avanzamos a paso muy lento, para dar tiempo a que el yak se recupere de su brutal esfuerzo en las pendientes muy inclinadas.

Me sobra tiempo y observo el paisaje fantástico que me rodea. Ahora soy montañero, aventurero y pastor de yaks. Estoy completamente feliz, muy feliz, que simpleza, y a la vez que belleza.
No me importa el frío, ni el viento, ni el aire enrarecido, al contrario, me hace fuerte, rudo, me adapto, no pienso…

Así durante muchas horas, atravesamos cinco collados brutales, estamos extenuados, pero justo detrás del último collado, las nieves y hielo dejan paso al otro lado al Reino del Mustang.

Es absolutamente diferente, no hay nieve, descienden valles de color ocre, mucho mas bajos, encima están las montañas nevadas y los altos collados, debajo las tierras del prospero Reino del Mustang.

Hay una tormenta de nieve en el horizonte y el fantástico juego de luces del Himalaya hace su aparición: es la puesta del sol. Hemos llegado justo al campamento en mitad de la nada, en una terraza natural colgada en el vacío ponemos nuestras tiendas de campaña.

Debajo el Reino del Mustang, arriba el alto Dolpo, y a ambos lados, montañas de una verticalidad perfecta, parecen decorados. La tormenta lo pinta todo de color naranja, y las nueves dan la sensación que se están quemando. Es de los paisajes más hermosos que he visto en mi vida, es un premio a tanto esfuerzo para alcanzar las bajas tierras del Mustang. ¡ Lo hemos conseguido ¡. Hemos salido del alto Dolpo a las puertas del invierno, aunque aun nos quedaran unas cuantas jornadas para llegar a una aldea donde hay una pista de tierra a 2.800 metros de altura donde cogeremos una avioneta que nos lleve a Katmandú.

Pero queda mucho para que llegue ese día, aun estamos muy lejos, recién entrados en el Reino del Mustang.
Agotados, cenamos y a dormir, el día siguiente tendría que ser muy largo…

Pasamos la noche, amanece, y ¡sorpresa¡…

¡Nos faltan diez Yaks..¡

Si como oís los diez de los yaks han desaparecido, les hemos buscado durante todo el día y no están. Los yakeros jóvenes dicen que ya nunca los veremos, como si intuyeran su dramático destino han desaparecido en la noche, y ahora estamos tirados en este mágico lugar, sin poder movernos.
Hemos llegado a una lejana aldea a buscar ayuda, pero parece que se nos resiste, y aquí estoy escribiéndoos desde esta atalaya natural donde he visto uno de los paisajes más increíbles de mi vida, sin saber que será de nuestro destino. No tenesmos transporte, no podemos movernos.
Los “mantas” de nuestros yakeros han dejado escapar por incompetentes a los yaks.
Supongo que no podrán regresar a su pueblo, han perdido una fortuna, y su jefe, les va a dar una paliza..
Parece una broma pesada, o es mas bien un chiste, pero la realidad es que salimos hace dos días de Charka Bhot con 18 yaks, y ya solo nos quedan tres.
Hemos bautizado esta caravana, como la caravana de los hermanos Marx…

Me alegro por los yaks, que han sabido esquivar la muerte, su destino final, que era servir de filetes en alguna cena, me alegro que sean libres y salvajes, y me alegro aun mas que el tipo que decidió que nos guiaran dos inexpertos chavales haya perdido sus yaks, y por lo tanto las 40.000 rupias que le iban a pagar por cabeza. Lo siento por los chavales, pero ellos son los únicos responsables, por su mala cabeza y el exceso de bebida alcohólica, y ahora mientras os escribo esta crónica en mi tienda, me estoy tronchando de risa, de este inesperado giro que ha dado nuestra aventura.

¡Hemos perdido los yaks¡, ja, ja, ja, ja, y no tenemos ni idea como llegaremos a Jomsom, ja,ja, ja, cuando llegaremos a Katmandú, ja, ja, ja, y ya son 40 días de expedición, y con un futuro inmediato que da la risa, ja, ja, ja.

Me troncho de la risa, ¡joder¡, que damos pena..
Me miro la pinta que llevo y tengo mas mierda que el palo un gallinero, ja, ja, ja, me hago bolas de roña cuando rasco cualquier parte de mi piel, esto si que es bueno, ja, ja, ja.
En fin que lo mejor es reírse, ya encontraremos una salida a este entuerto, aunque de momento estamos tirados en mitad del Himalaya mas desconocido, ja, ja, ja, ¡que me parto¡.

Jesús Calleja desde cualquier sitio en mitad de la nada, ja, ja, ja...