Hola amigos, otra vez de aventuras. Esta vez he viajado hasta el ártico Canadiense para bucear. Ha sido un largo viaje, especialmente la segunda parte del viaje.
Hola amigos, hoy me resulta difícil describiros los buceos que hemos realizado desde la ultima crónica. La frase con que la describiría es la de catedrales submarinas de hielo.
Los días de buen tiempo nos siguen acompañando, y esto es vital para poder bucear en el ártico. Necesitamos de la luz del sol para poder ver y orientarnos bajo el espeso hielo.
Antes de bucear, asistimos atónitos al despliegue de medios que tiene nuestro amigo Thomas. Después de las dos canoas portátiles que nos han ayudado para fotografiar los narvales, saca de una de esas cajas metálicas que traemos una barca hinchable con un motor eléctrico, que no hace ningún ruido, y de esta manera no espanta a los animales.
Emilio y yo damos buena cuenta de ella, y nos resulta muy útil para filmar patos en las inmersiones que bajan como flechas. También pudimos filmar el descenso en picado de un narval a las profundidades, donde pueden alcanzar los 1000 metros y permanecer hasta 25 minutos sin respirar.
Pero no terminan ahí los “gachets” de Thomas, tiene de todo. Estacas para nieve, estacas para hielo, estacas para ventiscas, tiendas de recambio, taladros eléctricos para reparar el trineo, taladro con saca bocados para perforar el hielo, sierras de un metro para cortar hielo, coladeras gigantes para sacar hielo del mar, una mesa metálica que se convierte en cocina, en fin mogollón de cosas, a las que no estoy acostumbrado.
Amanece un buen día y alojamos en los trineos todas nuestras cosas de buceo: chalecos, botellas, reguladores, mascaras de sonido, trajes secos, aletas, plomos, computadores de buceo, cámaras submarinas, etc… Un autentico despliegue.
Nos ponemos en marcha hacia el norte arrastrando los trineos con las motos de nieve, y después de un buen rato pilotando por un laberinto de hielos, alcanzamos una zona en la que hay verdaderos torreones de hielo varado en el borde de la banquisa ártica.
Nos asomamos y alcanzamos a ver un agua muy transparente donde descienden icebergs en vertical. Los vemos a trabes de aguas de color turquesa. ¡Es perfecto para bucear¡
Solo hay un problema, esta varado entre la plataforma de hielo y el resto del mar caótico con miles, millones de bloques de hielo, que se mueven caprichosamente a velocidades variables.
Tenemos un agrieta de unos 50 metros de larga por 10 de ancha, pero se esta cerrando lentamente.
Calculamos que nos da tiempo a ponernos los equipos y descender a ver ese extraño y mágico mundo bajo el hielo.
Dicho y hecho, nos equipamos, con mucho estrés que nos acarrea algún que otro encontronazo entre nosotros: date prisa, que se cierra, que lento eres, pásame la botella, ayúdame con la mascara, donde has dejado los intercomunicadores submarinos, voces, prisas, nervios, y mientras tanto la grieta cerrándose…
Llega el momento de decidirse si tirarnos o retirarnos, la grieta se sigue cerrando, aunque ha descendido la velocidad.
No lo pensamos mas, nos vamos para abajo.
Esta vez llevo dos pares de guantes, y se nota, aunque según me tiro, hace un frío atroz. Se te queda el cuerpo atenazado, pues en el agua todo se enfría cuatro veces mas rápido, y en la misma proporción se pierde calor.
Meto la cabeza y me voy al abismo negro. Esta completamente negro, y hay mas de 1000 metros de profundidad. Hay que saber controlar bien el descenso pues aquí es fácil irte al fondo muy deprisa, pero no hay que perder las referencias. Si no encuentro la grieta estoy muerto.
Según descendemos ya nos hacemos una idea de la magnitud del hielo, es una obra de arte las formas caprichosas del hielo submarino. Arriba a penas 3 metros de altura el iceberg, pero debajo en este caso hay unos treinta, de bloques de hielo apilados unos encima de los otros, con cuevas, pasadizos, una especie de chupiteles, y todo al revés, boca abajo. Amigos que espectáculo tan fascinante. Nos metíamos por cuevas submarinas de hielo que atraviesan el iceberg, nos dejamos llevar por la belleza brutal de hielo, y a nuestros pies el negro absoluto del abismo.
Todo iba bien hasta que desde arriba nos avisan a los intercomunicadores que llevamos puestos, que la grieta se esta cerrando a una velocidad increíble, que avanza sin parar y se cerrara inmediatamente. Estamos muy profundos y dentro de cuevas de hielo, por lo que nos costara ascender un rato considerable, y luego nadar bajo el agua hasta la grieta, que en ese momento ya solo era de diez metros por tres de ancho.
Si se cierra estamos atrapados y muertos.
El intercomunicador se colapsa de órdenes: ¡subir¡, subir¡, subir. La grieta se cierra, coño, que se cierra. SUBIRRRRRRRRRRRRRR….
Yo estoy mas cerca de la grieta y en un ascenso vertiginoso alcanzo el borde, y me mantengo a unos cinco metros haciendo la parada de seguridad, mientras espero mirando hacia el azul profundo a que aparezcan Maria y Oscar con las pesadas cámaras submarinas.
No llegan y la grieta no para de cerrarse. Les llamo desesperadamente por el intercomunicador, y les oigo bajito, pero les oigo.
Arriba Tigre, Thomas y Emilio están hechos un manojo de nervios, quieren que salgamos ya¡. Nos dicen que avanza a tanta rapidez que esta desarmando el mismísimo borde de la banquisa, de la presión que ejerce los cascotes de hielo sobre el borde helado.
¡Ya les veo¡, veo la luz de la cámara. ¡Uf¡ que alivio ya casi están. Les hago señas que aceleren, y yo me voy definitivamente hacia fuera por la estrechísima grieta que queda. Mientras esperaba se desplomo una plancha de hielo que cerro la grieta por un lado, y el pequeño iceberg amenaza con desplomarse del todo.
Según asomo me tiran de mi cuerpo y salgo con botellas y todo a la superficie del hielo. Después lo hacen Maria y Oscar.
Y justo en ese momento y sin quitarnos aun las alteas, se cierra de repente la grieta y además empieza a colapsarse la banquisa.
Tenemos que meternos hacia el interior, y mover rápido las motos de nieve o todo se ira al fondo.
Ha sido increíble a la velocidad que se desarrollaron los hechos. Por un minuto casi no lo contamos. Tenemos imagines brutales de cómo se colapso y cerro la grieta y los nervios que se vivieron fuera y dentro del agua. Dios mío que cerquita ha estado.
Sin duda estamos ante uno de los buceos mas exigentes y difíciles que existen y nada puede fallar. De hecho vamos a tener más cuidado de ahora en adelante, y no arriesgar hasta el último minuto.
Este es un océano muy vivo de hielos caóticos que se mueven a su antojo, y nosotros unos granitos de arena sobre su superficie.
Ha sido emocionante pero adrenalitico. Nos esperan aun muchas aventuras submarinas.
La siguiente que queremos es hacer un agujero en el hielo y meternos debajo a ver que se esconde ahí abajo.
Estar atentos que os lo contare en la siguiente crónica.
Por cierto gracias a Maria, Oscar y Tigre, que sin su ayuda esto seria imposible. Y han grabado unas imágenes submarinas que son de los mas espectacular que yo he visto nunca. No os las perdáis tampoco en la próxima temporada de Desafio Extremo.
Jesús Calleja desde el ártico Canadiense.