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Cordillera Darwin 02.2009

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En la cordillera Darwin intentaremos mi hermano Kike, Emilio cámara y amigo, junto con tres amigos argentinos, escalar el monte Caledonia, lo que seria la primera repetición mundial a dicha montaña.

> EL LABERINTO DE HIELO

Hola Amigos, os escribo completamente agotado, ha sido un día durísimo, mas de lo que imaginábamos. Así sucedió...

Amaneció un increíble día para estas latitudes, unos 12 grados centígrados y casi despejados, y nos pusimos en marcha, todo indicaba que seria un día emocionante.

Descendimos de la laguna que Luis Turi bautizo como Laguna de los Zorros, hacia el glaciar Dargmoore, que se encuentra 150 metros por debajo de nosotros. El descenso es brusco por la morrena lateral del glaciar. Una vez alcanzado, nos pusimos los crampones, arneses, piolet y listos para progresar.

Todo marchaba muy bien disfrutando de unas vistas de ensueño del monte Bobe, Roncali, Ada, Gemini, y sobre todo de nuestro objetivo el monte Caledonia. Es una montaña espectacular, yo diría que diferente, por la cantidad de posibilidades que ofrece, y ninguna de ellas es fácil. Nosotros nos decantamos por la ruta sur, la mas expuesta a la climatología y la mas cargada de hielo y nieve, pues en esta tierra el frío, temporales, y mal tiempo equivaldrían a las caras norte de nuestro hemisferio.

En verdad que el aspecto es imponente y a la vez nos da un gran respeto, sobre todo por los miles de grietas que tiene, de todos las formas y tamaños, y a lo largo de este gran glacial hay varias cascadas de hielo azul, que se desmorona continuamente, lo que nos provoca mas de un susto, sobre todo al benjamín del equipo, nuestro amigo Nacho, que todo para el es novedad, y ¡vaya novedad ¡.

Decidimos irnos contra el margen derecho del glaciar, y poco a poco las grietas se van agrandando, y alcanzando mayor altura, nos preocupa un gran muro de hielo azul que vemos al fondo y que cada vez se acerca más a medida que avanzamos. Ya nos mosquea desde la distancia, y cuando alcanzamos este sector, nos tememos lo peor.

Es una serie consecutiva de pináculos de hielo azul que se suceden unos detrás de otros, las grietas las tenemos consecutivas, y decidimos que Luis Turi y yo, exploremos primero esta parte compleja del glaciar.
Dejamos las mochilas que están muy cargadas (30 Kg., de media cada una), y Luis y yo empezamos a escalar las verticales paredes de hielo azul de estas monumentales grietas.
Hay que emplearse a fondo y no cometer errores:

Un piolet en una mano, golpe seco hacia arriba, y el otro piolet en la otra mano con idéntica acción, luego los pinchos (crampones) que tenemos atados a las botas, lo mismo: un impacto certero con la de la bota y dos puntas de acero templado penetran a penas 2 centímetros en el duro hielo, el otro pie hace lo mismo, y en cinco minutos de movimientos consecutivos estamos pegados literalmente al hielo vertical.
Me suda la frente, me caen gotas de sudor a mis gafas, pero no puedo limpiarlas, tengo todas las extremidades conectadas al vertical hielo con mis apéndices artificiales. Sigo progresando despacio y con todos los sentido al 100% para no cometer error alguno, no tenemos cuerdas que nos aseguren pues confiamos en nuestro buen hacer y progresar rápido para no perder tiempo, el día resultara muy largo.

Así durante al menos 10 grietas que escalamos, descendemos, escalamos, descendemos, alcanzamos la parte de rocas del riñón oeste del glaciar, ¡y ya esta¡. Hemos llegado a un lugar seguro.
Ha habido suerte tenemos la ruta despejada y ahora las grietas son fáciles.

Descendemos les damos la buena noticia a nuestros compañeros, y cuando nos reunimos con ellos, le vemos a Kike disfrutando de las verticales paredes de hielo, nos dice que así el también se entrenara.
Entre todos progresamos de nuevo por estos verticales pináculos, escalándolos, pero esta vez con la ayuda todo nuestro material de escalada: tornillos de hielo, estacas de aluminio, cuerdas, etc...

Hacemos lo que los alpinistas llamamos “reuniones”, lugares que aseguramos firmemente y desde donde ayudamos al compañero que viene en nuestra cordada. De esta manera escalamos con seguridad, pues las mochilas son muy pesadas, y un desequilibrio nos llevaría al vacío.
Todos reunidos en la morrena, progresamos hasta un sector más fácil donde avanzamos más deprisa.

Hemos empleado mucho tiempo, y energías. De nuevo intuimos otra sección del glaciar complicada, y también de esta parte de la morrena glaciar.
Al llegar a este lugar nos damos cuenta que es mas complicado que el otro. ¡Este si que es difícil¡.
Empleamos la misma técnica: quitarnos las mochilas, descansar los compañeros, y en este caso Luis Turi explorara por el interior de estas moles de hielo azul que se alzan verticales como agujas, y Kike y yo exploraremos el sector derecho que rompe contra el granito vertical.
 
Luis nos dice que por su lado imposible, no hay paso. Kike y yo avanzamos a duras penas por témpanos de hielo a punto de resquebrajarse a nuestro paso. Son pequeñísimos puentes de hielo que parecen estar soldados por un frágil pegamento del mismo hielo. Pisamos con mucho cuidado: primero un pie casi posado, después el otro con suma delicadeza, y así avanzamos a duras penas. Encima de nosotros hay una cornisa de unos 60 metros de largo que como una espada de Damocles amenaza con derrumbarse y venirse encima de mi hermano y y mío.

Kike ya aviso que no le gustaba nada, y le da mala espina. Aun así, es tanta la necesidad de encontrar un paso que arriesgamos mas de lo debido.
Logramos alcanzar una rampa que da la sensación de abrirnos el itinerario, pero ¡no¡ es fallido. Por aquí tampoco hay salida. Tengo que retirarme de este laberinto de témpanos que se sujetan en precario equilibrio, y que cada día cambian de posición, pues el glaciar esta muy vivo y se mueve algunos centímetros al día, que es mucho en este caos de hielo, y lo suficiente para desarmar este jeroglífico de pináculos helados.

Desandamos el camino que Kike y yo investigamos, y derrotados nos reencontramos con nuestros amigos.
¡¡Justo en ese momento, y en un solo minuto se desprende con un ruido ensordecedor la cornisa de nieve, por donde acabábamos mi hermano y yo de pasar. Miles de toneladas de nieve nos habrían aplastado, y por solo un minuto¡¡. Estamos todos atónitos, y con un susto en el cuerpo del que tardamos en recuperarnos. ¡¡Ha sido solo un minuto¡¡.
Ya todo da igual después de salvarnos de este derrumbe.

Dudas, indecisión, muy cansados, el día se nos esta echando encima y estamos atascados sin posibilidad de avanzar.

En un primer momento Emito, Luis Turi y yo, decidimos retroceder unos metros y intentar escalar las descarnadas paredes de granito, que amenaza con desprendernos continuamente rocas del tamaño de una lavadora. Todo aquí es un tremendo caos, y la fuerza del glaciar destroza todo. Es un mundo inestable.

Ascendemos a penas 100 metros, y vemos a lo largo, muy lejos, que el glaciar parece mas franco, con menor numero de grietas, pero lo vemos tan lejos que es una indecisión si bajarnos e intentarlo por esa ruta que intuimos posible.

Resolvimos descender, y exponer el plan a todos los compañeros.
Si decidimos irnos por la nueva ruta va a resultar absolutamente agotador, el día se puede saldar con mas de 12 horas de mochilon de 30 Kg. la espalda, y con la incertidumbre de no llegar a ningún lado, pues podemos encontrarnos bloqueos como los de hasta ahora, y si esto ocurriera habría que hacer noche en mitad de un glaciar y por la mañana pensar que hacer.

Todos decidimos arriesgarnos y apechar con lo que suceda, ciertamente hay tensión y preocupación, la situación es complicada e incierta.

Progresamos muy despacio, la inclinación cada vez es mayor, y las grietas aunque no imposibles son complejas de pasar, y son muchas, cientos. Es como sortear un “jodido” laberinto, del que si te equivocas de calle, regresas `por tus pasos y a volverlo a intentar por otro lado. Así vagamos por este enorme glaciar los siete, de aquí para allá, saltando esta grieta, escalando esta otra, sentados para recuperar fuerzas, ¿pero de donde?, no hemos comido nada y el agua se termino, así que cojemos agua de las grietas, pero es agua insípida y congelada.

Cuando en un grupo ya no se habla, es que algo pasa. El cansancio, el agotamiento, la incertidumbre y porque no decirlo el miedo ante tan descomunal panorama helado, hace mella...
Conseguimos alcanzar el nacimiento de este glaciar, que esta junto a un gran murallón de hielo vertical de unos 300 metros de alto y de mas de medio kilómetro de ancho, que se precipita continuamente en forma de explosiones de hielo que al tocar con el otro glaciar desde esa altura estalla en millones de trozos de hielo. Lo comparamos a un enorme tsunami, a una gigantesca ola de hielo azul que amenaza con venírsenos encima.

Ahora giramos de nuevo hacia la parte derecha, con intención, de nuevo de poder acercarnos a la zona por la que el monte Caledonia nos podría dejar escalarle.
Pero aparecen de nuevo dificultades. Empiezan una vez más las grietas, pero esta vez como estamos a mucha mas altura están rellenas de nieve, y este si que es un problema, pues ahora ya no sabemos cual son pequeñas y cual son grandes, y si pisamos la que no es, te cuelas. Tenemos que extremar nuestro encordamiento, y siempre tener la cuerda tensa.
Poco apoco vamos desenmarañando el laberinto que el Caledonia nos ha impuesto resolver si queremos alcanzar su cima.

No nos rendimos, y resolvemos continuar, estamos al límite de lo soportable, extenuados, pero nos hemos fijado pasar estas grietas como sea y alcanzar una superficie rocosa donde instalaríamos el campo I.

Y así sucedió, lo alcanzamos una hora mas tarde, estamos felices de llegar aquí y resolver el enigma del laberinto del monte Caledonia, pero derrotados físicamente.
Para el colmo empieza a soplar un viento que anuncia cambio del tiempo, y posibilidad de temporal, algo aquí habitual. El viento va subiendo de intensidad, al igual que el frío, por lo que construimos una muralla de piedra de un metro y medio para proteger nuestro vivac.
Trabajamos en equipo y sin rechistar, el mal tiempo ya es una realidad y las tiendas de campaña nuestra salvación.

Cenamos, nos hidratamos, y casi no dio tiempo a nada mas, nos quedamos como corderitos acurrucados los unos juntos a los otros, solo hemos montado dos pequeñas tiendas para siete, pero da igual, estamos a salvo, y calientes. Mañana será otro día...

Por delante tenemos la parte mas complicada, el ascenso a la cima, con pendientes mas inclinadas, grietas de mayor tamaño, y un gran enigma que nos esperara, además el tiempo ha empeorado radicalmente, y nos nieva con viento fuerte. Aun así hemos decidido continuar.
Ahora si que dependemos de nosotros, y nadie nos podría ayudar en caso de graves problemas. ¡Estamos completamente aislados en medio de la cordillera Darwin ¡ a tan solo 1000 Km. de la Antártida.

Amigos estar atentos que en la siguiente crónica os contare si alcanzamos la cima, o nos tendremos que retirar...

Jesús Calleja desde los confines de la tierra.