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Cordillera Darwin 02.2009

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En la cordillera Darwin intentaremos mi hermano Kike, Emilio cámara y amigo, junto con tres amigos argentinos, escalar el monte Caledonia, lo que seria la primera repetición mundial a dicha montaña.

> LA LAGUNA DE LOS ZORROS

Hola amigos ya estoy a las teclas de mi ordenador portátil, con la chaqueta de plumas, dentro del saco de dormir, y al calor de mis compañeros de tienda de campaña, Kike y Emilio. Os avanzo que fuera hay una de las más majestuosas vistas de montaña que uno pueda ver.

Hoy amaneció un día ventoso, pero apunta que resultará bueno, pues el barómetro ha subido mucho desde la tormenta de anoche.

Estamos situados en el campamento base a pie de la morrena frontal del glaciar Stopani, donde los hielos se convierten en un caudaloso río lechoso.

Desayunamos y enseguida nos ponemos hacer la mochila, pues ya no hay caballos y todo tenemos que llevarlo encima. Serán pesadísimas, imaginaros que tenemos que cargar toda la comida para muchos días de expedición, mas el combustible, hornillos, la ropa, sacos de dormir, tiendas de campaña, material de escalada, piolets, crampones, cuerdas, arneses y mucho equipo para filmar, además de los sistemas satélite y no se cuantas baterías. ¡Todo amigos encima de nuestras espaldas.

Menos mal que están nuestros amigos argentinos para ayudarnos, pero ellos también tienen que portear sus equipos de escalada, al igual que nosotros. Este excesivo peso, que casi no nos deja alzar la mochila a la espalda, es sin duda lo que más nos atemoriza, pues serán muchas jornadas duras y de muchas horas.

Pero ya no hay vuelta atrás, con las mochilas hinchadas como botillos nos ponemos en marcha sobre la ladera izquierda del glaciar Stopani, que es un caos de rocas y piedras de granito, por la que avanzamos sin problemas.
Los descansos se suceden cada media hora, aunque nuestras espaldas agradecen cada vez que Emilio Valdes nos manda parar para realizar alguna toma concreta.

No solo cargamos pesadas cargas, es que además tenemos que filmar toda la expedición para nuestra serie en CUATRO TV: Desafío Extremo. Emilio Valdés y yo pensamos que pocos o mas bien ningún programa de televisión con este nivel de compromiso y exposición, que soportamos, y con tan pocos medios humanos se pueda hacer un programa de aventuras que se emite en prime time. Al menos lo que intentamos trasmitir es la estricta realidad de lo que nos ocurre, y si viniera mas equipo humano, faltaríamos a la realidad de la aventura, a su pureza.

En fin que mas que hombres parecemos bestias de carga con las cámaras siempre listas para la mejor toma. Kike, mi hermano es un apaga fuegos, hace de todo, nos ayuda en las tareas técnicas, carga los equipos, instala el campamento mientras Emilio y yo enredamos con nuestra película, además de ser un inmejorable compañero de cordada.

El glaciar Stopani, se alimenta de otro gran glaciar llamado Armada de Chile, y antes hay otro valle a su izquierda, por el que sale un río glaciar que proviene de otro glaciar que se forma en el circo de las montañas: Bobe, Roncali, Gemini, y Caledonia. Es por este valle angosto por el que nos adentraremos.

Ascendemos por un frente de morrena glaciar, que da paso a un pequeño lago, remontamos otra morrena mas pequeña y aparece para nuestra desgracia un a turbera muy amplia asociada a castoreras.
Las turberas son un popurrí de restos orgánicos en descomposición desde hace 4000 a 5000 años, que no se llegan a descomponer del todo pues las bajas temperaturas y la excesiva acidez de esta agua, hace que crezcan sobre esta masa orgánica pequeños juncos, líquenes y musgos. Una característica de las turberas es que siempre están inundadas de agua, y mas si en los bordes los castores hacen de las suyas, construyendo enormes diques que aun anegan más esta especie de pastizales profundos.
Conclusión todos nos hemos mojado hasta las rodillas, y lo peor es que el calzado chorrea agua y a donde vamos no hay leña para hacer agua.

Si alguien nos viera lo que padecimos cruzando este pantano con el agua y los líquenes escurriéndosenos desde las rodillas, y donde las botas no las ves nunca, siempre están sumergidas bajo el agua y musgos. Es agotador dar un paso, pues todo el conjunto te hace ventosa. Luego como no, los enormes mosquitos aparecen de la nada pues su instinto “cabroncete” de chupadores de sangre, es irrefrenable e insaciable. Son nubes de “chupadores” que no cesan en su empeño aunque les espantes continuamente, les insultes y chilles del cabreo que pillas. Estas en su territorio y este es el peaje que hay que pagar. Una hora y media de sufrimiento de turbera, ni a Maquiavelo se le hubiera ocurrido.

Abatidos nos dejamos caer en la otra orilla de la turbera, reventados por el peso de la mochila, las numerosas picaduras, y de tener de rodilla para abajo todo empapado y lleno de vegetales en semi-descomposición.
Lo peor como secar el calzado, pues en solo 24 horas tendremos que estar escalando en los glaciares de más arriba.

Dejando este problema a un lado, tenemos que concentrarnos en continuar, y así lo hacemos.
Ahora hay que entrar al glaciar que se descuelga de este mágico circo de montañas verticales por el lado derecho, para sortear los numerosos laguitos que el glaciar hace en su frente de ruptura. Es un caos de piedras y rocas en continuo movimiento, que amenaza con venirte algún bólido de cualquier tamaño y peso desde las escarpadas paredes degolladas por la abrasión del avance del glaciar. Aquí hay que estar el menor tiempo posible, pues los desprendimientos son continuos.

Por fin encontramos una salida al laberinto de posibilidades, y acertamos a cruzar al otro lado.
Ahora a remontar la ladera del glaciar, escarpada y muy inclinada. Tenemos que ir en diagonal para no apedrear al compañero si ascendiéramos en vertical, pues damos un paso adelante y dos para atrás. Es realmente difícil progresar por este terreno con estos mochilones.

Por fin alcanzamos el borde de la morrena, y aparecen de nuevo las lengas y ñires, e intuimos una pequeña senda de guanacos, que como sabéis son una especie de llama.
Este sendero va justo por el filo de la morrena, con unas vistas irreales del circo glaciar y los montes Bobe, Roncali, Gemini y Caledonia. ¡Es un paisaje soberbio¡.

Nos quedamos con la boca abierta de la magnitud del lugar, ya no nos pesa ni las mochilas a pesar de llevar ocho agotadoras horas. No hemos parado ni a comer, y vamos recolectando unos pequeños frutos, del tamaño de un garbanzo de un rojo atractivo, con sabor a manzana, y que es comestible, se llama Chaura.
Para mayor disfrute se ha parado el viento, y el cielo aparece, que por cierto es la primera vez que lo vemos en Tierra de Fuego. Luis dice a aprovechas a ver el cielo y las montañas, porque aquí es casi imposible tener un día tan despejado.

Al poco rato llegamos a una laguna colgada de la morrena glaciar, en un lugar privilegiado, con vistas a todo el circo de este sector de la Cordillera Darwin.

La laguna, las monumentales montañas, los numerosos glaciares colgantes, los glaciares de valle, las lengas y ñires, el cielo de un azul brillante, los guanacos, y sobre todo las vistas de nuestro objetivo, el monte Caledonia, hacen un conjunto de sensaciones visuales, como pocas veces se pueden ver. Es imposible encontrar un adjetivo que califique este derroche de belleza. Estamos todos sin palabras. Luis ha bautizado este lugar como “laguna de los zorros”, porque cuando escalo el Caledonia en su primera repetición, los zorros, le comieron casi toda la comida que habían almacenado en este punto.

Vemos claramente la ruta que seguiremos. Es larga, expuesta y con un grado técnico medio. Lo más importante es ir encordados, pues las montañas están cargadas de nieve, y hay innumerables grietas, pues siempre estaremos escalando sobre glaciares que descienden desde la mismísima cima.

Tenemos que instalar un campo I, y después de darle muchas vueltas no lo pondremos donde es el sitio natural, lo haremos muy alto, relativamente cerca de la cima, pues el siguiente objetivo si alcanzamos la cima del Caledonia es descender hacia el otro lado, del que no se ve nada, y del que nadie ha explorado jamás. Nunca antes nadie descendió hacia esa parte, y menos aun exploro el lugar para buscar una ruta novedosa que llegue a conectar con el glaciar Alemania, y alcanzar como sea la bahía en el canal de Beagle donde llamaremos por el teléfono satélite a nuestro velero y nos pueda recoger, que esa será otra historia. ¿como nos sacra el velero de ese lugar?, si el tiempo atmosférico le permitirá fondear y que nos pueda recoger en el pequeño bote.

Pero antes hay que llegar, y para eso nos esperan muchas dificultades de todo tipo: alpinisticas, rapeles, descensos abruptos, remontar mas morrenas glaciares, y sobre todo encontrar un paso, y salvar todas las dificultades que nos surjan que os aseguro serán muchas.

Mientras nos embobamos mirando al Caledonia, hacemos la cena: hoy toca ravioles, de sobre por supuesto, una chocolatina por barba, te, o café, y al saco que mañana hay madrugar y yo antes tengo que hacer los deberes con mi ordenador y enviaros la crónica de lo que nos ocurre. Os aseguro que es costoso golpear las teclas del pequeño ordenador con los dedos entumecidos por la humedad y el frío, pero escribir me motiva y me gusta, sobre todo porque se que mis amigos lectores son fieles a mis crónicas y esto me anima a seguir contaros lo que me ocurre, en mis aventuras, a pesar del cansancio, a veces agotamiento, y cargar con este pesado equipo. Amigos, ¡¡va por ustedes¡¡.
Mañana empieza lo gordo, hasta ahora casi vacaciones. Estar atentos os escribiré en dos dias.

Jesús Calleja desde la tierra del fin del mundo.