Ya estoy embarcado en una nueva aventura junto a mi amigo y cámara Emilio Valdés. Intentaremos, y nuca mejor dicho, escalar el volcán Sangay, de 5.230 metros de altitud. Pero lo más destacable de este volcán, no es su altitud, que es considerable, si no que es el más activo de Ecuador, de toda América del norte y de América del sur, y uno de los más activos del mundo
Hola amigos, desde la última vez que os escribí han pasado muchas cosas, aunque las resumiría fácilmente: lodo, barro, fango, agua, mucha agua, nubes de mosquitos asesinos y agotamiento.
En efecto partimos de Riobamba por unas tediosas pistas de montaña muy estrechas, que no se quien seria el que las construyo, pero se merecía una pensión vitalicia, pues es casi imposible ascender por esas escarpadas pistas con nuestro vehiculo Toyota Land Cruisier. Tengo que reconocer que se me apretó un poco el “culete”, al conducir por estos “andurriales”, con vertiginosos abismos por donde pasa justo las ruedas del 4x4, sin contar las veces que se desliza incontroladamente cuando las ruedas entran en el fango.
Pero por fin llegamos a la última aldea en esta parte del Ecuador. Se llama Eten. Aquí se termina la pista en una aldea colgada literalmente de una ladera húmeda, donde me imagino que en algunas parcelas tienen que cultivar atados a una cuerda, porque si no, no me explico como se pueden sujetar los agricultores en estas pendientes.
Una amable familia me deja meter el coche en un pequeño patio, diría que el único que hay en este inclinado pueblecito.
Por fin estamos en marcha, Emilio, yo, y nuestra pequeña trupe de dos arrieros y un guía local, con la motivación a tope, nos vamos hacia el volcán mas activo de toda América, y uno de los mas activos del mundo. El volcán Sangay, con sus 5.230 metros de altura. Muchos pensaran que no es demasiada altura, pero no nos engañaremos, son muchas las dificultades para alcanzar su cima:
Primero:
La aproximación, a partir de este punto no hay nada, por delante solo humedales, pantanos, mosquitos, jungla, barro, lodo y fango constantemente.
Segundo:
Estará lloviendo casi de continuo todos los días, y es posible que no veamos el esquivo volcán nunca, aunque si lo sentiremos.
Tercero:
Durante el primer día habrá algo parecido a sendas para caminar, pero el resto de los días nos abriremos camino utilizando las rutas de los animales salvajes que aquí abundan, especialmente de los tapires, una especie de vaca con trompa. Aunque también hay muchos jaguares, pumas, lobos, etc.. Por citar algunos. Y no es broma, que nos pueden causar problemas.
Cuarto:
El día de la escalada a este volcán será durísimo, pues el campo base esta situado a unos 3.550 metros, por lo que el desnivel a salvar es de 1.680 metros, sin estar aclimatados.
Quinto:
El volcán no es un abroma, esta activo, y sin avisar explota y lanza andanadas de piedras, gases tóxicos que pueden ser incluso mortales, y piedras incandescentes, que en ocasiones son rocas del tamaño de una iglesia, como dice nuestro arriero “Don Manuelito”. Pasaremos de la jungla húmeda, a la nieve en solo horas, y el esfuerzo físico, será tremendo, a lo que hay que sumar la tensión y adrenalina que nos supondrá ascender a este volcán que puede llegar a matarnos. Como referencia, hace unos años, cinco alemanes, murieron al ser cogidos de improvisto por una de las multitudinarias explosiones que se producen constantemente. Habrá que estar atentos a las reacciones del volcán en forma de temblores o micro terremotos, que anuncian que en breve habrá otra explosión, y dios nos pille confesados si esta, se produce cuando estemos cerca de su cumbre, que son tres cráteres donde no se puede asomar el “hocico”, o alguna de las miles de rocas y piedras que salen disparadas nos afeite el bigote, o algunos de sus gases sulfúricos nos queme los pulmones. Serán muchas las cosas que habrá que medir antes de acercarse a la cima.
Pero antes os relato a las peripecias que sufrimos para llegar al campo base del volcán Sangay: Al principio caminábamos como decía muy motivados, porque entre otras cosas no llovía, pero bien pronto cambio la situación, y empezó a llover con ganas. Cruzamos zonas pantanosas, llenas de barro por todas partes. Nos acompaña a Emilio y a mí, un guía de la zona que se llama Ángel, y dos arrieros padre e hijo. El primero se llama, o mejor dicho le llaman: Don Manuelito, y su hijo Cléber, que le bautizo así por que le gusto ese nombre, y ya esta¡. Ellos serán nuestro ojos para poder llegar al volcán que se encuentra en un lugar completamente aislado y remoto, además esta en la frontera entre la cordillera andina, y la selva, de echo una de sus laderas se descuelga hasta la selva, siendo todavía virgen, sin que nadie conozca ninguna ruta por ese lado. Solo se ha ascendido por la cara que nosotros hemos escogido.
El día continúa monótono, barro, más barro, y lluvia tropical. Después de 6 horas acampamos, en un páramo, donde hay una pequeña isla de hierba baja, porque el resto es imposible, son una especia de agrupaciones de hierbas gigantes muy compactadas, donde es difícil caminar. Vamos ataviados con botas de caucho, y ropa, que en principio es a prueba de lluvia, aunque dudo mucho que soporten la que nos esta cayendo encima.
Montar la tienda de campaña con tanta agua en el suelo, y la lluvia sin cesar es todo un reto, y absolutamente todo se moja. Hay que tener paciencia para no darse la vuelta de lo engorroso que supone las tareas normales.
Descansamos bien, a las 7 de la mañana nos levantamos, y a las 8.30 am, en marcha. Hoy el día será durísimo, unos 10 horas ascendiendo a mas de 4.000 metros de altura, en nuestro segundo día, sin aclimatación, y a cada paso la bota se hunde en el fango, hasta entrar el agua, porque no te da tiempo a sacarla, pues hace ventosa, y el agua entra implacablemente, estando todo el día húmedo, hasta el tuétano. Estamos a más de 4.000 metros de altura hace frío, y mucha humedad. Las horas pasan con los huesos calados, y la lluvia cada vez más fuerte, nos moja toda la ropa. La hierba es tan alta que nos humedece aun más la ropa. Damos pena solo de mirarnos, estamos agotados y mojados, y tiritamos de frío. Aun así al cabo de 10 horas llegamos al campamento. En esta ocasión estamos tan reventados, que decidimos dormir en la única cabaña que hay en este lugar llamado Plaza Pamba. Pero antes nos sorprende la visión a tan solo 30 metros de una pareja de lobos. Ángel apostilla: -Son lobos, pero eso no os tiene que preocupar, lo que si seria peor, es si viéramos el jaguar, o el puma, que aquí son frecuentes-.
No respondo, me voy directamente a la cabaña a ver si seco el maltrecho cuerpo. Todos estamos muy cansados, desde Cléber el mas joven, hasta su padre con sus ¡66¡ años.
Pasamos la noche descansando como niños, de lo agotados que estábamos.
Por la mañana la rutina como la de todos los días, y de nuevo en marcha. Este día es tremendo, estuve a punto de tirar la toalla. Ha sido una jornada extenuante. No se las horas que hemos caminado, se me ha hecho interminable, pero lo peor, aun que lo mas hermoso, es el cambio repentino del paisaje. Ahora todo es jungla, llena de vegetación que te hace la vida imposible. Continuamente hay que ascender y descender laderas tupidas de vegetación, y ya no hay ninguna senda, estamos buscándonos la vida, gracias a Ángel que no se como lo hace encontramos la ruta adecuada, pero pasando mil y una calamidades. Estamos empapados, ya no funcionan la ropa de agua, estamos ya sin ropa seca, temblamos de frío, luego calor, del sudor al remontar las verticales laderas pobladas de una inmensa vegetación. Y el fango ahora es exagerado, pues al aproximarnos al volcán es ceniza mojada. Nos hundimos hasta más de las rodillas en este fango negro de cenizas. Hay recodos en que las cenizas tienen un espesor de tres metros. Para rematar el día hay que cruzar 18 veces los ríos, y si esto fuera poco, llegamos a lugares que son verdaderas nubes de mosquitos que pican insaciablemente. Estos pequeñísimos mosquitos les llaman los lugareños “arenillas”, y te dejan cualquier superficie que quede expuesta la piel en una continua rojez que escuece como las ortigas. Y sigue lloviendo, aun más. Esto es insufrible, he llegado casi al límite de lo soportable, y Emilio igual. Comentamos que es posiblemente de las veces que más hemos sufrido en una ruta. Es espantoso. ¿Qué más nos puede pasar? Ya no existen mas martirios, así que sin hablar continuamos, hasta casi el anochecer, que llegamos por fin al campo base del volcán Sangay. Vernos, da pena, somos almas que vagan sin rumbo, y uno no sabe por donde empezar, pues somos pura agua toda nuestra ropa, y hace frío. Nuestros amigos nos preparan algo caliente y nos cambiamos de ropa con lo poco que nos queda. Don Manuelito sale hacer sus cosas fisiológicas de la pequeña cabaña (construida entre las cenizas compactadas y palos unos junto a otros) que se encuentra en este lugar, y nos grita: ¡salir¡, ¡salir¡, que se ve el volcán. Pensamos que es broma, pero en efecto es la primera vez desde que estamos en Ecuador que ha salido un medio sol que dura a penas 10 minutos, y vemos perfectamente el Volcán Sangay.
¡Es espectacular¡, ¡increíble¡, perfectamente cónico, muy vertical, a media ladera esta cubierto de nieve, se ve muy bien la línea de vegetación y la lava, y en la parte mas alta, una enorme y continua fumarola que alcanza mas de 500 metros de altura. Echa bocanadas gigantes de gases, humo, piedras. Don Ángel nos dice que esta feo llegar a la cima de este volcán en estas condiciones, esta muy peligroso. Pero lo vamos a intentar, aunque sea queremos llegar al primer cráter, que esta casi a la misma altura del segundo y del tercero, pero todo dependerá de las condiciones del volcán, que si se pone muy explosivo, pues media vuelta y a la carrera retornar al campo base, que mira lo que les paso a los alemanes, quedaron mas fritos que un churrasco.
Ahora estoy en esta cabaña, de nuevo se pone a llover, hay miles, millones de esos mosquitos sanguinarios y “cabrones”, que quieren nuestra sangre y la están consiguiendo. Ni con Relec que es puro veneno se cortan, son autenticas nubes de malditos, y asqueroso bichos. Detrás de nosotros el volcán escupiendo de todo, con su enorme fumarola, avisándonos que nos andemos con cuidado, que el no perdona.
Esta noche, o mañana, todo depende de nuestro estado físico, que ahora es lamentable, intentaremos la peligrosísima cima. Tres puros cráteres activos que expulsan rocas, piedras, y sobre todo gases muy tóxicos. Confiemos en las buenas y expertas artes de Don Ángel para esquivar los peligros y llegar, y sobre todo regresar vivos de esta expedición.
Os prometo unas secuencias impactantes con nuestras cámaras, la de Emilio y la mía, que pronto veréis en la segunda parte de Desafío Extremo.
Estar atentos que esto promete mucha acción.
Jesús Calleja desde las mismísimas puertas del infierno.