Mi primer encuentro con Albert Rivera fue en la Masía Pelarda, un centro de entrenamiento para coches de rally en la provincia de Teruel. Albert iba a ser mi copiloto en el Rally Baja Aragón, así que teníamos que probar nuestro coche y él tenía que aprender a manejar un road book, su herramienta para guiarme en la carrera. Nada más empezar, cogí una curva con el coche y dimos varias vueltas de campana. ¡Menudo comienzo!
Salió del coche por una ventana. Estaba completamente lleno de tierra, que le había entrado hasta en los ojos. Se le desencajó un poco el gesto. Yo estaba casi seguro de que me diría que había llegado hasta aquí. Me equivocaba. Tuvo una reacción muy inteligente, dijo que ahora se sentía más seguro porque se había dado cuenta de que el coche es a prueba de cualquier accidente, así que decidió seguir conmigo. Cuando uno empieza una aventura así teniendo un accidente, todo tiene que ir a mejor. No fue del todo así…
Antes de empezar el rally, aproveché para pasar unos días en Barcelona y conocer más de la vida del jefe de Ciudadanos. Me colé en una reunión de su ejecutiva nacional. No parecían un partido político sino más bien una pandilla de amigos que debaten sobre temas de actualidad. No tienen nada de protocolo, te llaman de tú y todo es muy distendido. No sé si me estaban poniendo sus mejores caras o que realmente era así, pero yo me lo pasé muy bien haciendo risa sobre cómo visten los de Ciudadanos. También conocí al famoso Luis Garicano, el ideólogo del programa económico del partido. Yo quería averiguar si son más de izquierda o de derechas, pero me enredaron en su dialéctica y al final no saqué mucho en claro, salvo que con tanta política me entraron aún más ganas de que llegara el Rally.
La Baja Aragón dura tres días, Albert es un tío muy cauto y tenía claro que era mejor no correr demasiado pero llegar a la meta. En la etapa prólogo hicimos un tiempazo y nos vinimos arriba. Albert disfrutó como un niño pequeño.
Al día siguiente comenzaron los problemas. Teníamos una etapa que nos iba a llevar varias horas. Al principio todo iba muy bien y logramos adelantar a varios coches, pero al cabo de un rato la batería empezó a dar problemas y nos quedamos tirados, ¡qué bajón! Tuvimos que volver al paddock de Teruel aunque nos dejaban continuar al día siguiente. Aprovechamos la coyuntura para darnos una comilona monumental y para conocernos todavía mejor. Albert me pareció que tiene muy claro lo que quiere. Te pueden gustar o no sus propuestas, pero sabe cómo llevarlas a cabo y cuánto le va a costar.
Al día siguiente nos levantamos muy animados pero nos duró poco la alegría. Apenas pudimos hacer 10 kilómetros antes de que el coche se volviera a romper. No pudimos terminar el rally pero cuando no se puede, no se puede, qué le vamos a hacer. Albert se quedó con la espinita clavada así que le llevé a un circuito de karts para echar una carrera entre los dos. ¡Me fundió! Aunque claro, su padre fue campeón de karts, así cualquiera…