EN ETIOPÍA CON FERNANDO TEJERO
A Fernando Tejero le pillé en un momento difícil después de una ruptura sentimental y la muerte de su perro. Los que tenéis mascota sabréis lo mal que se pasa cuando se pierden. Quise llevarle a Etiopía, un país que me encanta y que tiene unos contrastes que pensé que le vendrían bien. No fue del todo así.
Mi plan era llegar al volcán Erta Ale que tiene un lago de lava perpetuo, se piensa que lleva ahí más de 100 años, una maravilla. Antes fuimos la ciudad de Gondar durante el “Tinkat”, una celebración del bautismo de Jesús en el río Jordán. Miles de personas se agolpan en un estanque para bañarse y simular el bautismo. Fernando se agobió un poco porque había tanta gente que no se podía ni respirar pero valió la pena porque es una ceremonia de esas cosas que se te quedan grabadas en la retina.
Nos fuimos de Gondar rumbo al desierto del Danakil, una depresión que se considera la zona más cálida del planeta. Estuvimos por encima de los 45 grados… ¡en invierno! Allí pudimos ver formaciones de miles de colores y conocimos a los Afar, una etnia que vive en condiciones durísimas y se ganan la vida transportando sal en caravanas de camellos. El paisaje era brutal pero fue durísimo para Fernando. No me extraña nada, el lugar era muy hostil. Fernando lo combatió con su sentido del humor, eso que no falte.
El último día subimos al volcán. Es privilegio estar allí, hay muy pocos lagos de lava permanentes y éste es especialmente mágico. Fernando se quedó con la boca abierta y cuando lo vio se le pasaron todos los sufrimientos. Yo creo que aunque lo pasó mal, este viaje le ha venido bien porque le ha ayudado a ver todo con perspectiva. Yo valoro mucho el esfuerzo que hizo en este viaje y sus ganas de disfrutar a pesar de todo. La próxima vez, le prometo algo más fácil.