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En medio de la tempestad

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> Posteado el 21/04/2006 a las

Estimados lectores, esta crónica no me tocaba todavía, pero me adelanto a escribirla, porque cuando pasa algo que rompe los planes todo lo que uno tiene programado ya no sirve para nada, esto es una de las grandezas de este deporte salvaje. De nada sirven los cálculos y las ecuaciones, cuando el mal tiempo o mejor dicho cuando una imprevista y violenta tempestad de nieve se abate sobre el campo base, nada se puede hacer. Y doy gracias de no haber subido al campo I como era mi plan, porque de haberlo hecho ahora estaría atrapado sin poder bajar pues como os decía la tormenta de nieve ha sido espectacular. En solo 15 horas ya había caído en el campo base 80 cm. de nieve y ahora al cabo de 24 horas ya hay entorno a 1.20 metros de nieve.

Ha caído con tanta virulencia que incluso en el campo base no podemos movernos a mas de 30 metros alrededor del campamento, pues estamos acampados sobre el glaciar del Kumbu, y en la posición que nos encontramos puede parecer una simple morrena de rocas de granito, pero no es así. Debajo del granito hay muchos metros de profundidad de hielo azul que a lo largo de los siglos ha ido descendiendo desde las grandes alturas del Everest y Lhotse hasta llegar aquí, al campo base.

Si te expones a caminar mas haya de esos 30 metros de seguridad puedes colarte por alguna de las muchas grietas de tamaños que pueden ser de solo 3 o 4 metros, o de mas de 25 metros. Si no hay nieve es muy sencillo caminar por este caos de rocas y hielo, pero con la cantidad de nieve caída es imposible localizar las grietas.

De este modo estoy aquí varado en una playa de granito y hielo fósil como una ballena que desespera por poder entrar en el agua, que en mi caso es remontar las paredes verticales de esta fabulosa montaña. Yo me digo: “Jesús tranquilo, paciencia, que dicen que es la madre de la ciencia”, y de esta manera me relajo y espero, pues soy consciente que serán unos cuantos días.

Primero tiene que parar de nevar, luego esperar que se asiente la gran cantidad de nieve caída, y después esperar que se terminen las avalanchas que cada media hora, se abaten sobre las inmediaciones del campo base, que primero con un sonido grave de la fractura del “Serac” (acumulación de hielo y nieve que cuelgan de los abismos) , y después con un estrepitoso ruido se descuelgan por las paredes hasta llegar al glaciar del Kumbu donde impacta con tanta violencia que el propio glaciar tiembla de lado a lado creando un mini terremoto por las vibraciones, que se sienten perfectamente dentro de la tienda de un metro cuadrado. Os pongo en situación: tres de la mañana, sonido inequívoco de fractura de serac, ruido aterrador que se abate sobre el mismo glaciar donde tengo mi tienda, temblor al cabo de 5 segundos, y en ocasiones parte de la nube de nieve en polvo que se produce por el terrible impacto te cae encima de la tienda durante 15 minutos.

Este es el panorama de las ultimas dos noches en el campo base. Aun sabiendo que esas avalanchas nunca (espero) llegaran directamente al campo base, pues por medio hay una distancia de seguridad calculada, te ponen la carne de gallina, y te despiertan al menos 6 veces durante la noche, y como no puedes ver nada y por la noche todos los gatos son pardos, lo que hago es apretar los dientes y convencerme a mi mismo que no pasa nada, que hay distancia suficiente para que no llegue la avalancha, y poco a poco me sumerjo de nuevo en el frágil sueño de las almas que por alguna razón penamos en este glaciar de los terrores, o al menos hasta que estas violentas tormentas no cesen y se vuelva a convertir en el glaciar de las esperanzas.

Amigos lectores, en estas aventuras extremas no siempre todo es maravilloso, hay muchos ratos o incluso diría días de angustias, miedos, indecisiones, agotamiento, terror, si, terror cuando te balanceas sobre las malditas escaleras que atraviesan grietas donde ni si quiera se ve el fondo, o cuando la cuerda a la que estas agarrado decide soltarse de algunos de los puntos de anclaje y vuelas sobre la montaña unos metros, pero aunque sean pocos te pasa por la cabeza la historia de tu vida.

Si¡ estas es la vida que me espera al menos un mes y medio mas. Más penas que glorias, pero si alcanzo mi objetivo que no es otro que la cima de esta montaña, llamada por los nepalíes “asesina”, todo miedo, angustia, o terror desaparecerá de un soplo. Como el soplo final de los ululantes vientos del himalaya, que igual que vienen de repente y te golpean con una fuerza inusitada, se van y dejan tras de si la mayor de las calmas.
Esa calma es la que quiero y anhelo con todas mis fuerzas y luchare como un León para llegar a la cima y obtener la recompensa de mi “calma”.

Espero poder escribiros en unos días y por fin contaros que el campo I y el campo II están fijados y abastecidos. Esto es muy importante porque el proceso de aclimatación empeora cuando se sobrepasa los 6.500 metros, pero mejora cuanto mas tiempo este por debajo de esa altitud, y mi idea es pasar al menos 6 noches sobre esas cotas. Pero para eso antes tienen que cesar las violentas tormentas de nieve y asentarse estas masas de inivacion. Espero que sea pronto. Os tendré puntualmente informado.


Esta crónica se la quiero dedicar sin duda a tres personas fundamentales en el proyecto final de “Desafio Extremo”, pero que además son mis amigos, y quiero que sepáis que siempre estáis presente en mis pensamientos cuando hay tantas horas para pensar. Ya sabéis quien sois: Jesús Romo, Adolfo, y Silvia Clemente. Para vosotros mi máximo agradecimiento. Vuestro amigo Jesús Calleja.

Desde los rincones mas recónditos del Himalaya.

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